Luis Antonio Orozco Ph.D. y profesor titular de la Facultad de Administración de Empresas de la U. Externado de Colombia da argumentos sobre fallos del sistema de medición de ciencia y tecnología e invita a replantear la forma de asignación de recompensas en la institucionalidad de la ciencia.
En la tradición alemana, la historia de un hombre que vende su alma al diablo a cambio de conocimientos y placeres ilimitados busca dejar una moraleja sobre cómo la codicia nos condena a la infelicidad. A este destino se le denomina fáustico, aludiendo al personaje central de una serie de obras como las de Goethe que intentan inculcar en la sociedad la idea de que la búsqueda del deseo mundano y la obtención de todo el conocimiento nos aleja de los principios morales. La incapacidad de saciarnos con lo que podemos alcanzar por nuestro esfuerzo nos lleva a la tragedia de perder nuestro razonamiento entre el bien y el mal y estar eternamente insatisfechos.
Desde 2006 he investigado las mediciones del entonces Colciencias, demostrando cómo cada convocatoria despierta toda clase de estratagemas para que los grupos queden en A1 y los investigadores en la categoría más alta posible. Para ello, se juntan hojas de vida de personas que ni siquiera se conocen, se llenan hojas de vida con extranjeros disfrazados de profesores invitados o alguna otra figura para que, por una remuneración, firmen todo lo que publiquen en favor de la entidad que busca clasificarse y lleven a coautores locales para inflar sus indicadores. Se editan libros endogámicamente, en serie, uno tras otro, compilando cuanto texto se atraviese sin revisiones serias de pares para meterlos como obras de investigación. He sido testigo de cómo se llenan metadatos válidos para las mediciones, usando artículos que se adjudican como propios, y más recientemente cómo se regalan millones de pesos por poner PDFs en revistas depredadoras. Lo más perturbador es cómo, en los resultados de la convocatoria de 2022, hojas de vida como la de Tito Crissien, actual ministro de Ciencias, quedan en la categoría de senior cuando sabemos que no tiene doctorado ni graduandos doctorales y en sus productos hay una larga lista de retracciones por plagio.
En la década de 1970 Donald Campbell indicó que entre más se use un indicador cuantitativo para tomar decisiones sociales, éste estará sujeto a la corrupción y será punto de partida para distorsionar los procesos o hechos que pretende medir y evaluar. Esto es lo que ha pasado con el modelo de medición de Minciencias, donde convocatoria tras convocatoria la comunidad científica se ve abocada a llenar las aplicaciones para quedar bien en la foto, y claro, satisfacer las acreditaciones y escalafones, así como acceder a recursos en convocatorias que hace el mismo MinCiencias.
Creo que es imperativo acabar con la medición de grupos e investigadores. No solo la evidencia de mis investigaciones pasadas, sino las que podemos encontrar por todos lados, nos lleva a que urge replantear la forma de asignación de recompensas en la institucionalidad de la ciencia. Para que los investigadores no sigan el destino de Fausto en esa mezcla de conocimiento con rentas, debemos apoyar movimientos como la Iniciativa de Métricas Responsables y crear reconocimientos en que un científico sea valorado no por la cantidad y variedad de productos, sino por los cambios y transformaciones a los que contribuye con su trabajo internacionalmente convalidado en los parámetros institucionales de la buena ciencia. Combinando las ideas de academia de Platón e Isócrates, en el marco de la lógica de Aristóteles, debemos volver a lo fundamental. Creo que necesitamos un sistema nuevo para incentivar la aparición de Sophos, personas sabias, que buscan la excelencia moral e intelectual, orientada a un servicio práctico para la comunidad a partir de cuestionamientos sobre las causas de los fenómenos, de los por qué, con investigaciones sólidas nutridas de suficientes evidencias empíricas y racionales que dan conclusiones que permiten tomar decisiones y mejorar nuestra calidad de vida.
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