La educación en el cardenal Newman: Hernán Alejandro Olano García

Mayo/23 Olano, rector de UNICOC, trae una interesante reflexión y recuento de ideas del inglés Newman, reconocido como uno de los más importantes inspiradores e ideólogos de la universidad como un escenario primigenio para la formación personal.

John Henry Newman fue un un presbítero anglicano convertido al catolicismo en 1845, primero beatificado el 19 de septiembre de 2010 por el papa Benedicto XVI y luego canonizado el 13 de octubre por el papa Francisco. Hizo parte del denominado Traetarian Movement o, “Movimiento de Oxford”, una asociación de pensadores británicos que argumentaba que la doctrina católica era totalmente incompatible con los Treinta y nueve Artículos del siglo XVI de la Iglesia anglicana, que era para él, la directa descendiente de la Iglesia de los Apóstoles, antes de convertirse al catolicismo y, como reza su epitafio, Ex umbris et imaginibus in veritatem (Pasó de las sombras y las imágenes a la Verdad). Aunque, como lo expresó Benedicto XVI en su beatificación: “El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, nos da la perspectiva de su comprensión de la vida” (Benedicto XVI: 2010), razón por la cual, en la canonización, Francisco se refirió a Newman como alguien que valoraba la santidad en lo cotidiano.

Más que sus escritos teológicos, divididos en la etapa anglicana y la etapa católica, Newman habló de la tarea del conocimiento, así como de la disciplina y rendimiento del estudiante a partir de un impulso interior. Esos escritos, son conferencias en las facultades de sus respectivas ciencias (Teología, Medicina y Física), en la Universidad Católica de Irlanda, fundada por él en 1854 y de la que fuera su primer rector hasta 1858, institución que fue asimilada por la Royal o National University of Ireland, fundada en 1908. Tratan esos discursos de la relación entre el saber cristiano y las ciencias naturales y, junto con otras, hicieron parte de su libro Lectures and Essays on University Subjects, que, en una siguiente edición, tan sólo se tituló University Subjects, como segunda parte de su obra The Idea of a University, considerados como joya de la literatura inglesa. 

El 18 de noviembre de 1855, cuando pronunció la conferencia para los estudiantes de la Facultad de Ciencias, Newman, quiso explayarse sobre la grandeza de la institución universitaria y, definió que lo que realmente se entiende por la palabra <<Universidad>>, es una de las grandes tareas soberanas: enseñar, pero, “el reunir las escuelas de todas las ramas del saber bajo un mismo nombre y llamarlas una universidad es una mera generalización”, por esa razón, “una universidad… no solo ocupa simplemente todo el territorio del saber, sino que es el territorio mismo” (Newman: 2011, 41).

Un poco antes, en 1854, explicó a los estudiantes la razón de ser de su paso por la universidad, he cambiado la expresión “hombres” por personas, para hacer más actual y universal el mensaje de Newman, toda vez que en su época, el acceso de la mujer a la educación superior era prácticamente inexistente: “Las profesiones varían y lo que es la educación para un joven no lo es para otro, pero hay una educación que todos deberían tener en común y que es distinta de la que se da específicamente para su profesión. Es la educación que hace a la persona; no hace al médico, al cirujano o al ingeniero o al soldado o al banquero o al comerciante, pero hace a la persona. La educación es lo que permite a la persona adornar un lugar, y no es el lugar lo que adorna a la persona. Y esta es la educación por la cual ustedes han venido especialmente a la universidad: es para ser hechos personas” (Vélez: 2019, 71-72).

En la conferencia del 4 de noviembre de 1858, dirigida a los estudiantes de medicina, Newman, como pedagogo católico, nos habla de los peligros de las profesiones, que bien tienen que ver con lo que el español Francisco Giner de los Ríos decía sobre la universidad: «Hay tres tipos de universidad: la inglesa, educadora; la alemana científica e investigadora, y la francesa, y a su copia la española, profesionalizadora» (Borrero: 1997, 422).

Señalaba allí mismo, que:

“Todas las profesiones encierran sus propios peligros, todas las verdades generales tienen sus falacias, todos los ámbitos de acción tienen sus límites, y son propensos a ser indebidamente extendidos o cambiados. Todo profesional tiene un justo celo por su profesión, y no haría bien su trabajo si no tuviera ese celo. Y ese celo pronto llega a ser exclusivo; o, más bien, encierra necesariamente una suerte de exclusividad. Todo profesional celoso empieza pronto a pensar que su profesión lo es todo en todos, y que el mundo no podría continuar sin ella” (Newman: 2011, 17-18).

Por eso, decía: “El punto de vista de una Universidad en estos discursos es la siguiente: Es un lugar de enseñar el conocimiento universal. Esto implica que su objeto es, por un lado, intelectual, no moral; y, por el otro, que es la difusión y extensión del conocimiento en lugar del avance. Si su objeto fuese científico y el descubrimiento filosófico, no veo por qué una Universidad debe los estudiantes; si la formación es religiosa, no veo cómo puede ser el asiento de la literatura y la ciencia” (Newman: 1959).

Para Newman, “la educación es la que confiere a la persona una visión consciente de sus propios juicios y opiniones, así como la verdad para desarrollarlos, la elocuencia para expresarlos, y la energía para proponerlos. Le enseña a ver estas cosas tal como son, a ir derecho al núcleo, a enderezar un nudo de pensamiento, a detectar los sofismas, y a eliminar lo irrelevante. Le prepara para desempeñar cualquier trabajo con altura, y dominar cualquier tema con facilidad. Le muestra cómo acomodares a los demás, cómo situarse en su estado de ánimo, y cómo comportarse con ellos. Se encuentra bien en cualquier tipo de sociedad, posee algo de común con cualquier clase de hombres, sabe cuándo hablar y cuándo callar, es capaz de conversar y de escuchar, puede hacer una pregunta pertinente, y aprender una lección oportuna cuando él no tiene nada que impartir. Se halla siempre dispuesto, pero nunca estorba. Es un compañero agradable, y un colega de fiar. Sabe cuándo estar serio y cuándo bromear, y posee un tacto que le permite bromear con gracia, y estar serio con eficacia” (Newman: 1996, 106).

Precisamente, la formación de un hábito filosófico o intelectual, son para Newman: “Abrir la mente, corregirla, refinarla para permitirle conocer y digerir, dominar, controlar y usar su conocimiento para darle poder sobre sus propias facultades, aplicación, flexibilidad, método, exactitud crítica, sagacidad, recursos, dirección y expresión elocuente (…), todo esto es un objeto tan inteligible como el cultivo de la virtud, a la vez que es absolutamente distinto de ello” (Vélez: 2019, 62).

Ese es el modo que ha llevado a Newman a considerar que los estudios universitarios requieren, como fin primario de una universidad, consolidar la formación del hábito intelectual de y en los estudiantes, lo cual se debería complementar con el estudio de la filosofía aristotélica “con su estudio del ser y su esencia y las causas de los entes, además de la lógica y ética aristotélica” (Vélez: 2019, 65).

Se sumaba a esta la filosofía platónica y la teología natural, el conocimiento de Dios, “y por tanto del hombre en cuanto criatura” (Vélez: 2019, 66). Y, también, el autoconocimiento, o el valor del saber por el saber mismo, como búsqueda natural del perfeccionamiento.

También defendió Newman una educación liberal dentro de la formación universitaria, la cual, alude a un término medio entre la educación confesional y educación pragmática: “Se forma con ella un hábito de la mente que dura toda la vida, y cuyas características son libertad, sentido de la justicia, serenidad, moderación y sabiduría” (Newman: 1996, 124 – 130). Y, por lo tanto, la universidad, llega a ser un lugar donde se imparte el conocimiento y el saber universal y, “no hay atajos para llegar al saber” (Newman: 2011, 65).

Pero, ese conocimiento, que en la época de Newman estaba reservado en Oxford y Cambridge a formar gentlemens, caballeros, conduce el planteamiento del problema hacia esta cuestión: si una universidad está para algo más que formar un gentleman, ¿cuál es el ideal de graduado universitario actual? ¿Podemos concretar en alguna característica específica la meta por la que trabajar con los y las estudiantes universitarios? Newman sostiene que la Universidad debería contribuir a que los graduados se iniciasen en el hábito intelectual, con la convicción de que la educación consiste, en último término, en el ejercicio de la mente antes que volcar en ella conocimiento. De ahí que Newman no dude en cuestionar la tendencia moderna a reducir la Universidad a un espacio de instrucción. Pero, una buena universidad, mediante su ideario, sus profesores y estudiantes, y sus cursos, engendra al verdadero gentlemen, caballero, así como a las verdaderas ladys, damas, personas que, en esencia, dan su palabra y la cumplen.

Igualmente, un capítulo especial merece el de los docentes, pues ya en 1855, Newman señalaba que “los diversos profesores universitarios son como los ministros de diferentes poderes políticos en una corte o en un congreso. Ellos representan sus respectivas ciencias, y se ocupan respectivamente de los intereses de esas ciencias. Y en el caso de que surja una disputa entre esas ciencias, ellos son quienes deben negociar y arreglarlo, evitando las pretensiones exageradas de una de las partes, las colisiones enconadas o la conmoción popular. Las mentes ejercitadas de esta manera se habitúan a una filosofía liberal: una amplitud y extensión de pensamiento en el que líneas aparentemente paralelas pueden converger tranquilamente, y principios reconocidos como inconmensurables pueden ser antagónicos sin riesgo alguno” (Newman: 2011, 43).

Finalmente, meditemos estas frases de trascendencia histórica y espiritual de Newman: La Universidad «es donde el profesor llega a ser elocuente, donde es misionero y predicador, desplegando su ciencia en la forma más persuasiva, derramándola con celo y entusiasmo y encendiendo su amor por la ciencia en el corazón de sus oyentes». Es donde el maestro «se gana la admiración del joven, por su brillo; e incita el afecto de los provectos, por su asociación con ellos». «La Universidad es sede de la fe, Alma Mater de la generación que se levanta». La Universidad «es esto y mucho más, que requiere mejor mano y mente que la mía para bien describirla». (Borrero: 1997, 438).

BENEDICTO XVI. Homilía en la beatificación del cardenal John Henry Newman, 2010, https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100919_beatif-newman.html

BORRERO CABAL, Alfonso, S.J., El cardenal John Henry Newman y su pensamiento universitario. Theologica Xaveriana 47 (1997) 415-440.

Newman, John Henry. Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria, Pamplona, Eunsa, 1996.

Newman, John Henry. The Idea of a University, Nueva York, U.S.A., Image Books, 1959, prefacio.

Newman, John Henry. Cristianismo y ciencias en la Universidad, Pamplona, Eunsa, Colección Astrolabio, 2011.

Vélez, Juan R. Cardenal Newman. Un santo para el mundo de hoy. Rosario, Argentina, Ediciones Logos, 2019.

 

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