Panorama simplificado para enero de 2023: estudiantes excepcionales de bajos ingresos que no podrán entrar a una universidad de alta calidad. Universidades públicas a tope en sus cupos y sin recursos suficientes para ampliarlos. Universidades privadas inician el semestre con sillas vacías…
Evidentemente, es ilógico, cruel e ineficiente tener muchachos que se quedan con el anhelo de estudiar una carrera universitaria, de explotar sus capacidades y de mejorar su bienestar, a la vez que se tienen sillas vacías.
Las soluciones frecuentes requieren la consecución de mucho dinero para vencer las barreras de acceso a la universidad. Desde diferentes sectores, los requerimientos son más o menos así: girar más plata para que las universidades públicas puedan ampliar la cobertura, más plata para hacer universidades nuevas, más plata para generar programas de subsidio a la demanda (como Ser Pilo Paga y Generación E).
Pero la barrera del dinero, de los billones de pesos que se requieren para hacer esto realidad, obnubila algo adicional, barato y obvio: poner en contacto a quienes quieren estudiar y les faltan recursos con las sillas vacías. Es decir, preguntarles a los jóvenes qué quieren estudiar y en qué instituciones y, bajo su consentimiento, pasarles el contacto a dichas instituciones.
¿Por qué el solo hecho de cruzar información funcionaría para aumentar la cobertura?
Por un lado, las IES privadas tienen sillas vacías de sobra y en aumento. Mientras que en el primer semestre de 2016 hubo 238.126 estudiantes matriculados en instituciones privadas, para el 2021 esta cifra alcanzó tan solo los 182.261 (LEE Javeriana, informe 58).
Esto significa miles de cupos libres, muchos en universidades de alta calidad, al tiempo que hay miles de estudiantes destacados que se quedan sin atender educación superior cada año. Hacer un puente de información funcionaría para ampliar la cobertura porque las universidades, ¡todas!, quieren en sus aulas especialmente a quienes se destacan en pruebas Saber11, solo que con frecuencia no saben quiénes son, dónde están, ni cómo ubicarlos.
En últimas, las universidades privadas con cupos preferirán tener a un estudiante extraordinario (becado parcial o totalmente) sentado en sus aulas que una silla vacía que no le reporta beneficio alguno. Las ganancias en calidad, diversidad y movilidad social serían enormes.
Por otro lado, el flujo de información también juega a favor de los bachilleres de bajos recursos. Más allá de que les facilita tomar decisiones mejor informadas como lo muestran nuestras investigaciones, los candidatos destacados (con o sin certezas de lo que quieren estudiar), van a recibir oportunidades de estudio de parte de las universidades u otras instituciones de educación superior.
Es decir, en lugar de que los candidatos batallen descifrando los sistemas de inscripciones o incluso desistan de estudiar porque ignoran sus posibilidades, ahora tendrán la opción de elegir entre las ofertas educativas recibidas. Además, el Estado les puede premiar el buen desempeño con subsidios de alimentación y transporte, lo que reduce el riesgo de deserción.
Mejor dicho, como le expresé al gobierno anterior y como lo reitero hoy: sería ideal y no muy costoso construir una plataforma centralizada, donde los estudiantes de once, especialmente de bajos recursos, puedan tener declaradas sus preferencias por educación superior al presentar las pruebas Saber11, de modo que las instituciones educativas (públicas y privadas) les puedan hacer ofertas de entrada.
Una plataforma que además abra la puerta a quienes quieran aportar recursos para los estudios de los aspirantes y que incluya un puente con el Icetex. Al nuevo gobierno, le dejo la inquietud.