La Universidad y la burocracia – Galo Adán Clavijo Clavijo: Enero/22

Clavijo, analista permanente de El Observatorio, hace un recuento técnico y teórico sobre las teorías que fluyen en la dinámica organizacional de las universidades y las presiones y tensiones de la Universidad con respecto a su burocracia.

La burocracia se ha adueñado de la vida universitaria, acapara las quejas y el tiempo de profesores, de los estudiantes, del personal de administración y servicios que, si bien aceptan la necesidad de un cierto control y transparencia, cuestionan que se haya llegado a este nivel de exigencia.

La burocratización de la Universidad es cada vez más asfixiante.

Las Universidades de clase mundial se caracterizan por reducir al mínimo la burocracia, y no sólo por disponer de más recursos, sino por una cuestión cultural y de eficiencia.

¿Qué pasa en la universidad?: “Se pasa más tiempo diligenciando formatos que en el aprendizaje centrado en el estudiante, investigando o en proyección social

La sobre estandarización de los procesos tiende a cercenar los mecanismos de adaptación de la organización, reducir la iniciativa individual y provocar actitudes cercanas a la aceptación pasiva de las reglas.

Quizá la comparación más reveladora para definir la universidad sea la que utiliza Piñuel (2008): las universidades siguen reflejando con gran fidelidad las características de la sociedad feudal en la que nacieron. “El feudalismo genera sus cabecillas y sus súbditos, que están obligados a respetar ciertos códigos ajenos al siglo XXI, como cuando te dicen “no te presentes a esta plaza porque ya está adjudicada” o ‘tú no puedes publicar en esta revista hasta que yo lo haga”.

Siguiendo a Ganga (2017):  Las universidades son organizaciones extremadamente complejas, inmersas en escenarios caracterizados por mayores y rigurosos cambios, lo que las ha obligado a mantenerse en un perenne y sistemático proceso de búsqueda y renovación, en sintonía con lo que la sociedad demanda y espera de ellas. Todas anhelan lograr estándares de excelencia, en correspondencia con las expectativas de una comunidad que confía en la instauración de procesos capaces de responder a altos índices de eficiencia y calidad académica, sustentados por un servicio ágil, con respuestas oportunas y eficaces. No obstante, estas aspiraciones en ocasiones se ven empañadas producto de la inexperiencia de quienes ejercen cargos directivos. Laurence Peter llamaría a este fenómeno ‘Principio de la Incompetencia’, deducción a la que llegó luego de haberse dedicado por años al estudio de las jerarquías o “jerarquiología”,  según sus propias palabras (Peter y Hull, 1985).

Según, Henry Rosovsky (1990): “las universidades aman los rangos jerárquicos tanto o más que el ejército”. Y, añade que, a diferencia de la educación primaria o secundaria, la universidad está formada por estudiantes ya adultos, “que son gente más exigente”, y el profesor está obligado a actualizarse continuamente. Ello da lugar a factores de riesgo psicosocial como “la rivalidad, la competitividad, las camarillas de poder o las guerras intestinas”, frecuentes en el ámbito universitario y que minan poco a poco la resistencia del profesor.

Una investigación de Torres Rojas y Padilla Beltrán (2012), buscó identificar las prácticas administrativas utilizadas en algunas universidades públicas de la ciudad de Bogotá, se tomaron como caso de estudio la Universidad Nacional, Universidad Militar Nueva Granada, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Universidad Pedagógica Nacional y Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

En las conclusiones los autores sostienen: En las universidades objeto de este estudio se encontró que las prácticas administrativas utilizadas están fundamentadas principalmente en la teoría de la burocracia y de la contingencia (op. cit, p.92)

Estas instituciones hacen uso de los elementos de la teoría de la burocracia dados por Weber. Se identifica claramente la subordinación según la escala jerárquica, parametrizada a través del organigrama de cada una de las instituciones, y desde luego, el cumplimiento de la normatividad; no solo la establecida por el Estado, sino también las normas estipuladas dentro de cada institución. Por otra parte, en relación a la teoría de la contingencia, se evidencia el uso de las variables estructurales, según Lawrence y Lorsch (1967, pp. 1- 47; 1976); los grados diferenciales en los distintos niveles de formalización, centralización y especialización, llevándolas a ser organizaciones mecánicas-centralizadas, lo que impide actuar de manera más adaptada a los cambios que genera el entorno no solo nacional sino también el internacional (Torres Rojas y Padilla Beltrán, 2012, p. 92).

La estructura organizacional, en el Nivel Institucional, en el Ápice estratégico, está regulada por el Estado a través de las leyes y decretos. Allí se establecen los principales órganos de dirección e impone la presencia del Estado de manera significativa en el Consejo Superior, el ente más importante de dirección y toma de decisiones en las universidades. (op.cit, p. 92)

Kalmanovitz dice: La universidad es parte del sistema político nacional cuyas burocracias se mueven más por las leyes derivadas de la estructura patrimonial (despótica) y clientelista (no muy racional) que, por las reglas, coherentes y pragmáticas, escritas y que se ejecutan por consenso y responsabilidad individual, de los miembros de esa burocracia. La Universidad Nacional alcanza a ser un modelo intermedio entre burocracia nacional y burocracia racional, (subrayado fuera de texto) y hay que tener mucha conciencia de la necesidad de que se desarrolle a través de la segunda alternativa; se puede incluso afirmar que una condición necesaria para su desarrollo es que escape a las fuerzas inerciales que gobiernan las burocracias públicas en el país. (p. 76).

Acebo y Brie (2006, p.50),  de forma más crítica, sostienen que esta mirada organizacional implica una clara estructuración vertical de la “dominación”, así como una funcionalidad precisa entre sus distintos componentes y niveles. En su caracterización típico-ideal, representa la forma de dominación racional-legal propia de las sociedades modernas europeas y americanas, y cuyo tipo más puro se ejerce por el cuadro administrativo de funcionarios individuales (“monocracia” en oposición a “colegialidad”).

Se hace el llamado a la universidad a generar transformaciones de su estructura de gobierno (repensar y reorientar la Universidad) , para lograr los cambios que requieren las instituciones en la conquista del desarrollo de la educación superior colombiana más equitativa, igualitaria, inclusiva y de calidad, y, pasar del interrogante: ¿quién gobierna y a quiénes se gobierna? a los interrogantes: ¿cuál es el objeto y el fin del gobierno? ¿Qué, quién y para qué se gobierna? Esto exige pasar del énfasis en los medios al énfasis en los fines del gobierno universitario. Se ha concentrado excesivamente en los sujetos del gobierno, pero se ha subordinado e incluso olvidado lo esencial: los procesos, la materia y los fines del buen gobierno universitario

Es importante, a esta altura, recordar la moraleja de la fábula:  El roble y el junco de La Fontaine

Tanta vanidad y soberbia ¿de qué te han servido? Tu inflexibilidad ante el tornado te ha llevado a tu propia caída.

Hoy en día, el ambiente universitario actual está enrarecido y se ha burocratizado. La universidad se ve distorsionada por un modelo regido por agentes y demandas ajenas a su misión. Las directrices de los Ministerios: de Educación (Viceministerio de Educación Superior, CESU, CNA, CONACES,  ICFES, ICETEX, etc.); Salud y Protección Social; Trabajo y Seguridad Social; Contralorías; de agencias de financiamiento, la competencia por estudiantes y proyectos, la ansiedad por situarse en diversos rankings son fuerzas que desfiguran el quehacer universitario, buscando la obtención de resultados inmediatos, la optimización de rendimientos económicos y el liderazgo en la competencia. Esta presión se traspasa a toda la comunidad. Estudiantes, profesores y funcionarios deben sobrellevar, cada cual, a su manera, un cúmulo de exigencias externamente motivadas que les aleja cada vez más del sentido de la labor formativa y la búsqueda del conocimiento. Es interesante notar que estos problemas aparecen en varias universidades de todo el mundo y que diversos autores se refieren a ellos (Acosta Silva, 2010; Clark, 1983; Cohen, March, Olsen, 1976; Ganga Contreras, 2016; García Amado, 2016; Muñoz, Humberto, 2019; Salmi, 2009) 

¿Qué ha ocurrido para que las universidades, instituciones caracterizadas por ser espacios de formación intelectual, ciudadana y profesional, lugares de deliberación y diálogo, de investigación y creación, además de reflexión estratégica sobre problemas nacionales e internacionales, hayan adoptado esta lógica burocrática? (Manifiesto)

Weber (1977) definió la burocracia como la forma más eficiente de organización teniendo en cuenta la complejidad de los aparatos estatales, de las dependencias gubernamentales y las necesidades de una sociedad que cambia y evoluciona constantemente.

Las consecuencias de la burocracia se pueden agrupar en socio-políticas y en económicas. Dentro de las primeras se destaca que la burocracia es un recurso de poder valiosísimo para el que controle su aparato, por ser “el mejor instrumento de societalización de las relaciones de poder” (Weber, 1977, p. 79; Weber, 1983, p. 741). Contra las acciones organizadas y dirigidas por el aparato burocrático, no puede actuar ninguna acción de las masas o de la comunidad. En este sentido, la burocracia moderna se presenta como inexpugnable; sin embargo, el peligro radica en que, por el carácter impersonal del aparato y la necesidad objetiva del mismo, no es difícil controlarlo y hacerlo funcionar al servicio de cualquier interés.

Otra consecuencia socio-política de la burocracia es el auge del secreto en las relaciones al interior del aparato, con la única intención de aumentar la superioridad de sus miembros, los que se consideran profesionalmente informados (Weber, 1977, p. 92). La utilización del secreto oficial no permite que haya transparencia en los mecanismos burocráticos, aumentando el recelo y la desconfianza por parte de la sociedad.

La burocracia concebida por Max Weber se basa en:

1) La formalización (tanto de las normas como de los procedimientos) y 2) La centralización (definición de la jerarquía y la autoridad). Ambas dimensiones deben interpretarse desde lo que Weber llama “la racionalidad formal”, origen del “orden legítimo” que han de establecer las normas jurídicas. Sumado a lo anterior, (Weber, 1977, p. 717) considera que los elementos de la burocracia como sistema organizativo son:

La tabla 3 muestra los elementos de la burocracia

CARACTERÍSTICAS IDEA FUNDAMENTAL
Jerarquía y Responsabilidad Sistema organizado de mando y subordinación mutua de las autoridades inferiores por las superiores.
Normativa Escrita Regula las relaciones entre los miembros de la organización y las funciones de cada uno de éstos en relación con su status y especialización.
Obediencia Cumplimiento de la normativa general y de las instrucciones recibidas de la autoridad.
Selección de Personal Profesión que exige una serie de conocimientos específicos, que hay que demostrar a través de unas pruebas determinada.
Sistema de Remuneraciones La retribución se produce más bien en relación con las funciones desempeñadas y no de acuerdo al trabajo realizado.
Dedicación Laboral Completa El ejercicio de la Administración Pública exige exclusividad y no permite la participación en aquellas cuestiones privadas cuyos intereses puedan entrar en colisión con los públicos.

Fuente: Carlos Petrella (2007).

Muñoz (2019) plantea que: La burocracia universitaria conforma un grupo esencial para la operación institucional, es un actor de la política universitaria que ha crecido y consolidado su fuerza como resultado de los cambios ocurridos en las universidades públicas en los últimos años. Las tensiones en la universidad tienen muchas causas, pero una de ellas surge por la desigual distribución del poder que favorece a la burocracia frente a la comunidad académica. En suma, el propósito para que la universidad siga un buen curso es fortalecer el espíritu de colaboración de la burocracia con la academia y que sea la academia la que defina el devenir institucional mediante su participación efectiva en los cuerpos colegiados (Consejos Superior, Consejo Académico, Consejos de Facultad; Comités Curriculares, Claustros de Profesores, etc. Subrayado fuera de texto)

De acuerdo con Goodsell (2003): Los términos “burocracia” y “burocratización” se confunden a tal grado que a menudo son utilizados indistintamente por los ciudadanos, en general como un epíteto dirigido a aquellos aspectos de la gobernanza que no son del agrado de los ciudadanos.

Sin embargo, si se examina el uso que le dan los investigadores y teóricos a dichos términos, se ve que existen grandes diferencias respecto al uso convencional. El surgimiento de la burocracia está íntimamente ligado al desarrollo del Estado moderno. Cuando el monarca decide centralizar su poder y consolidar su posición, expropiando los medios de gobierno (económicos y bélicos) a la nobleza estamental, prefiere un personal que dependa absolutamente de él, que esté separado de dichos medios de gobierno y que sirva para la administración del territorio. En el campo bélico también se da una centralización con la formación de ejércitos profesionales dependientes del soberano. Este proceso termina en el Estado burocrático (Giddens, 1977).

Para algunos académicos, el término burocracia, lejos de ser un flagelo para la gobernanza, se refiere al diseño de organización fundamental para la prestación de bienes y servicios en el Estado moderno, especialmente significativo en los Estados en vías de desarrollo (Campos y Nugent, 1999, pp. 439-452.). Cuando la burocracia es eficaz y se encuentra totalmente institucionalizada en una cultura política, la institución puede servir como una fuerza motriz para el progreso y la modernización, e incluso como un pilar del crecimiento y la prosperidad económica (Gormley y Balla, 2012). De hecho, muchos estudios empíricos han demostrado que una burocracia bien engrasada, eficiente, eficaz y ética es un requisito primordial para una economía viable (Przeworski y Limongi, 1993, pp. 51-69; Evans y Rauch, 1999, pp. 748-765) y para una sociedad más justa y que funcione bien (Dahl, 1990; Kurtz y Schrank, 2007, pp. 538-554).

Según, Bozeman (2015):  Mientras la burocracia es mejor pensada como una institución social vital y, en el mundo actual, ineludible, la “burocratización” no lo es. La burocratización es un término usado de muchas maneras diferentes (Eisenstadt, 1959, pp. 302-320.; Hall, 1968, pp. 92-104; Montagna, 1968), algunas peyorativas y otras no, y sólo rara vez se le ha definido. Para, Bozeman (2015) el término burocratización significa “el despliegue de la institución de la burocracia y sus componentes característicos como medio de organización social del trabajo”. Bajo este concepto, la burocratización no es intrínsecamente buena ni mala; más bien es un enfoque de trabajo y para hacer frente a los problemas sociales (p.9).

Martínez Iñiguez, Tobón y Romero Sandoval (2017) plantean que: Con la intención de buscar acreditar la calidad educativa, dentro de la estructura de las IES se han creado áreas encargadas de llevar a cabo los procesos de evaluación y seguimiento de la calidad. Al respecto, Buendía (2011, 2013, pp. 17-32) señala que, con esta burocratización, lo que se ha observado es una desarticulación entre los aspectos académicos y los administrativos, en donde los resultados obtenidos en procesos de evaluación no son comunicados a toda la comunidad educativa de las IES. Esto se debe, en parte, a la falta de tiempo de los responsables de la autoevaluación por la gran cantidad de formatos que deben completar para la acreditación (Ovando, Elizondo y Grajales, 2015, pp.  936-944; Villavicencio, 2012). También puede deberse al propósito de no presentar información que afecte la imagen de la institución.

Según, Rangel (2010): Se puede observar que el discurso de la evaluación ha tomado un papel netamente administrativo, y esto se está viendo dentro de las instituciones educativas como un sinónimo de acreditación. Al respecto, Silva (2007, pp. 7-24) menciona que la evaluación es de suma importancia para conocer el quehacer educativo, pero es necesaria la comunicación entre los actores de la comunidad universitaria para conjugar intereses. Lo anterior, se debe a que muchas prácticas relacionadas con la acreditación de la calidad adoptan un enfoque netamente informativo y no formativo (Cervera, Martí y Ríos, 2014), por lo que es necesario fusionar los aspectos administrativos con los pedagógicos, ya que la acreditación de las IES debe ser un proceso integral, en donde se debe tomar en cuenta la experiencia de cada miembro de la comunidad universitaria (Ibarra, 2009, pp. 173-182).

A nivel internacional, para diversos organismos externos encargados de acreditar la calidad de la educación en las IES, un momento de suma importancia es cuando se propicia la participación y reflexión de todos  los miembros de la comunidad universitaria en la evaluación (González et al., 2004Pires y Lemaitre, 2008,pp. 297-318)). y en el empoderamiento en torno a la calidad. Sin embargo, muchas veces los modelos de acreditación en Latinoamérica no establecen con indicadores puntuales la participación de todos los actores educativos en la cultura de la calidad, por lo cual este proceso termina siendo dirigido por una sola persona o equipo (Urbano, 2007, pp.139- 161|). Aunado a esto, las IES carecen en muchos casos de políticas institucionales que fomenten la participación de los diferentes actores en el mejoramiento de la calidad educativa (Ovando, Elizondo y Grajales, 2015, pp. 936- 944).

Tomando en cuenta este contexto, las IES deben cambiar el abordaje de la evaluación y la acreditación, para que deje de estar en un único actor y contemple las contribuciones de toda la comunidad en un marco de trabajo coordinado y colaborativo considerando el proyecto educativo institucional, los planes y programas de estudio, las prácticas docentes, el proceso de evaluación, la investigación y la extensión, entre otros componentes (Tobón, 20122013a2013bTobón et al., 2015Tobón, Pimienta y García, 2016). En este orden de ideas, debe involucrarse a los docentes como protagonistas de este proceso, ya que no puede haber calidad académica si las prácticas en el aula continúan centradas en formar para la sociedad feudal o industrial, y no para la sociedad del conocimiento (Gómez, Zamora y Torres, 2014).

Buendía, A. (2013. pp. 30- 31) manifiesta que: es necesario enfrentar las distorsiones que han provocado los sistemas de acreditación y evaluación de instituciones y de programa que operan hasta el momento, debido a su excesivo formalismo, su apego desmedido a indicadores de orden cuantitativo y a la atención de los productos en lugar de los procesos. Este modelo ha propiciado la simulación y la competencia desleal entre las instituciones por estar asociado a esquemas de financiamiento o de prestigio y reputación institucional, además de que aún no hay evidencia de que responder a estos esquemas verdaderamente se considere en la toma de decisiones de los diversos actores del sistema de educación superior. De aquí que resulta indispensable transitar hacia un modelo que revalore los procesos a partir de consideraciones de orden cualitativo que ponderen las condiciones específicas de cada caso en términos de rezagos acumulados, condiciones materiales y potencialidades (Ibarra y Buendía, 2009)

La simulación tiende a darse respecto a procesos académicos tales como: 1) productividad académica, colocando como publicaciones la presentación de conferencias, ponencias y charlas en diversos eventos; 2) recogiendo evidencias a último momento, como listas de asistencia, asistencia a eventos, organización de eventos, aplicación de encuestas a los estudiantes, otorgamiento de becas, etc.; 3) contratación de investigadores de alto nivel solo para demostrar que se tiene y mejorar los índices de publicaciones y de talento humano especializado; 4) eliminación de datos negativos para no afectar los índices de abandono o eficiencia terminal. Otras veces no se simula, sino que la información que se presenta no está asociada a procesos de calidad (Gregorutti y Bon, 2013Ibarra, 2009). Por ejemplo, tener una alta tasa de permanencia no significa que se posea un excelente sistema de formación en las IES.

La teoría del péndulo, registro calificado, acreditación previa, acreditación de alta calidad obligatoria, registro calificado; ha estado presente en las diferentes decisiones, tomadas en el transcurso de 30 años, por las cuales han pasado los programas de Licenciatura. Por medidas tomadas desde los escritorios de la alta burocracia del Estado.

El artículo 53 de la Ley 30 de 1992 creo Sistema Nacional de Acreditación para las instituciones de Educación Superior. Es voluntario de las instituciones de Educación Superior acogerse al Sistema de Acreditación.

Decreto 0272 de febrero 11 de 1998 en el Artículo 15. En concordancia con lo preceptuado en el artículo 113 de la Ley 115 de 1994, a partir de la vigencia de este decreto los programas de pregrado y especialización en Educación que se pretendan ofrecer, requerirán de acreditación previa otorgada por el Ministro de Educación Nacional, previo concepto del Consejo Nacional de Acreditación, CNA. Dicho concepto estará basado en la aplicación de los criterios y procedimientos que para el efecto elabore el CNA, los cuales incluirán los requisitos establecidos en el presente decreto.

Parágrafo. En el caso de los programas de maestría y doctorado en Educación, la certificación que corresponde a la Acreditación Previa será expedida por el Ministro de Educación Nacional con base en la autorización que, previo concepto de la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados, otorgue el CESU para el funcionamiento de esos programas.

El artículo 113 de la Ley 115 de 1994 reza: Programas para la formación de educadores. Con el fin de mantener un mejoramiento contínuo de la calidad de los docentes, todo programa de formación de docentes debe estar acreditado en forma previa, de acuerdo con las disposiciones que fije el Consejo Nacional de Educación Superior- CESU o el Ministerio de Educación Nacional, para el caso de las Normales Superiores

El decreto 0272 de 1998 derogó el Decreto   3076 de 1997 (diciembre 23) por el cual se establecen los requisitos de creación y funcionamiento de los programas académicos de pregrado y posgrado en educación ofrecidos por las universidades y por las instituciones universitarias, se establece la nomenclatura de los títulos y se dictan otras disposiciones.

El Decreto 272 de 1998 fue derogado expresamente por el Decreto 2566 de 2003 artículo 56. 

La Ley 1753 de 2015 por la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 “Todos por un nuevo país”, mediante el artículo 222 prevé la acreditación de alta calidad a licenciaturas

ARTÍCULO  222. Acreditación de alta calidad a licenciaturas. Los programas académicos de licenciaturas a nivel de pregrado que tengan como mínimo cuatro (4) cohortes de egresados y que no se encuentren acreditados en alta calidad, deberán obtener dicho reconocimiento en un plazo de dos (2) años contados a partir de la entrada en vigencia de la presente ley. 

Los programas de licenciaturas a nivel de pregrado que no cuenten con el requisito de cohortes antes mencionado deberán adelantar el trámite de acreditación en alta calidad en un plazo de dos (2) años, una vez cumplido el mismo. 

La no obtención de dicha acreditación en los términos anteriormente descritos, traerá consigo la pérdida de vigencia del registro calificado otorgado para el funcionamiento del mismo. 

PARÁGRAFO. El otorgamiento del registro calificado para licenciaturas y programas académicos enfocados a la educación, deberá cumplir unos parámetros mínimos de calidad establecidos por el Ministerio de Educación Nacional mediante estudios técnicos, sin perjuicio de la autonomía universitaria. Para ello, el Gobierno nacional deberá nivelar los criterios del registro calificado a los de alta calidad establecidos para estos programas, en un plazo de dos (2) años contados a partir de la entrada en vigencia de la presente ley. 

 Este artículo fue derogado por el artículo 336 la Ley 1955 de 2019, por la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo 2018- 2022 “Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad”.

La Resolución 02041 de 2016 Por la cual se establecen las características específicas de calidad de los programas de Licenciatura para la obtención, renovación o modificación del registro calificado

Hoy en día, los programas de Educación se rigen por el decreto 1330 de 2019, el Acuerdo 02 de 2020 de CESU   y las Resoluciones 15224 y 21795 de 2020

La teoría del péndulo no ha garantizado que, la calidad de la formación de Licenciados haya mejorado en los últimos 30 años; un indicador son los resultados de las pruebas Saber Pro.

La formación de Maestros (Licenciaturas, Maestrías y Doctorados) requiere de una reforma estructural y profunda con fundamento en los retos de la educación en el siglo XXI.

Una educación de calidad exige maestros de calidad.

Surge un interrogante: El sistema e instituciones de formación de maestros en Colombia (normales, facultades de educación.) no son la única forma o modalidad institucional y curricular de formación de maestros. En el mundo existen varios modelos para la formación de maestros. ¿Son las Escuelas Normales y las Facultades de Educación, el modelo más adecuado y pertinente en el siglo XXI?

Este interrogante está proponiendo la urgencia de un debate académico sobre la formación de maestros (Licenciaturas, Maestrías y Doctorados) en el siglo XXI. También, la formación en las Escuelas Normales Superiores.

En la Universidad cada uno de estos actores tiene sus intereses, sus paradigmas mentales, sus símbolos. La interacción entre ellos, muchas veces se asemeja al partido de croquet que le toca presenciar a Alicia en el país de las maravillas. El partido de Croquet aparece en el capítulo ocho como el pasatiempo favorito de la Reina de Corazones y un curioso pasatiempo para Alicia. Esta curiosidad es producida por el modo de juego, pues consiste en golpear erizos a modo de bola, utilizando un flamenco a modo de mazo, y hacerlos pasar por debajo de los Soldados Naipe, quienes previamente se deben haber colocado en el terreno formando arcos con su cuerpo, y posteriormente, se incorporaban para irse al otro lado del campo. Sin embargo, la pista de juego es completamente irregular, pues está ondulado de surcos y crestas además de hoyos y surcos que dificultan el movimiento de los erizos.

El juego tiene como objetivo pasar el erizo por debajo de seis Naipes dos veces, ida y vuelta, y al final alcanzar una estaca clavada en el centro del campo. Todos los jugadores juegan a la vez, sin esperar su turno, discutiendo y peleándose todo el tiempo

Alicia no había visto nada parecido en su vida. El terreno de juego era un campo surcado de ondulaciones, las bolas de criquet eran erizos vivos, tan vivos como los pájaros flamencos que con sus largos cuellos hacía las veces de palos, y los soldados doblaban la cintura y se ponían en cuatro patas para formar los arcos… A la confusión reinante se añadía el hecho de que todos los jugadores jugaban a la vez, sin guardar turno, riñendo por cada jugada y disputándose las bolas de erizo…

¿Qué tal? ¿cómo te va? articuló el Gato (…)

Esta gente no juega limpio -le dijo Alicia al Gato en tono de queja- y además se pasan la vida peleándose y armando tal escándalo que no hay quien se entienda. Para ellos, el juego no tiene reglas, o si las tiene nadie se molesta en cumplirlas… y no tiene usted idea de lo confuso que es jugar con tanto bicho viviente

Un juego confuso, con múltiples actores que interactúan con relativa independencia unos de otros, compitiendo por recursos. La metáfora del juego vuelve a aparecer en una comunicación que hace James March a Kurt Weick en el contexto de una discusión sobre el liderazgo en situaciones ambiguas.

Imagínese que usted es árbitro, coach, jugador o espectador de un juego de fútbol no convencional: el campo de juego es redondo, hay varios arcos distribuidos al azar alrededor de los bordes, la gente puede entrar y dejar el juego cuando lo desean, pueden tirar pelotas hacia donde lo deseen, pueden decir “este es mi gol” tantas veces como lo deseen: todo el juego tiene lugar en un campo en pendiente y el juego es jugado como si tuviera sentido

Este es el comienzo de un artículo publicado por Weick en 1974 dedicado a analizar las instituciones educativas como sistemas vagamente acoplados (loosely coupled systems). (Weick, K.E, 1976).  Más útil que calificar este tipo de situaciones como absurdas, afirma Weick, es comprender las organizaciones caracterizadas por un bajo nivel de interacción entre sus partes en su especificidad para poder actuar mejor en ellas.

Sus componentes, de alguna forma, responden unos a otras, pero de manera que cada uno de ellas también preserva su propia identidad y las señas de su separación física o lógica.

El modelo del bote de basura (Cohen, March y Olsen, 2011), al establecer las conexiones entre los atributos hipotéticos de la estructura organizacional en el modelo y algunas características de universidades contemporáneas, las más detalladas implicaciones del modelo pueden usarse para explorar los rasgos de la toma de decisiones en las universidades. En particular, el modelo puede examinar los eventos asociados con un tipo de adversidad dentro de las organizaciones, la reducción de la laxitud organizacional.

La laxitud es la diferencia entre los recursos de la organización y la combinación de las demandas que se le hacen. Por lo tanto, es sensible a dos factores mayores: a) el dinero y otros recursos proveídos a la organización por el ambiente externo y, b) la consistencia interna de las demandas hechas en la organización por los participantes. Es generalmente reconocido que la laxitud organizacional se ha reducido sustancialmente dentro de escuelas de educación superior y universidades americanas en los últimos años. Las consecuencias de la reducción de la laxitud en los procesos de toma de decisión de bote de basura pueden mostrarse al establecer relaciones posibles entre cambios en la laxitud organizacional y las variables estructurales claves del modelo. (op. cit)

El proceso de concentración de los medios administrativos va de la mano del proceso de burocratización del gobierno. De igual manera que el desarrollo del Estado moderno va paralelo a la evolución de una economía monetaria, la burocratización se sirve de esta última para su progreso: “la evolución de la economía monetaria es un supuesto de la burocracia, ya que hay que compensar pecuniariamente a los funcionarios” (Weber, 1977, p. 25). La economía monetaria no es una condición previa de la burocratización, hay casos históricos -como indica Weber- de burocracias desarrolladas que funcionan sin economías monetarias, que demuestran lo anterior (Weber señala específicamente al Egipto del nuevo Imperio, el Principado romano y la monarquía diocleciana, la Iglesia católica a fines del siglo XIII y la China de Shi Huangti (Weber, 1977, pp.  25- 26), sin embargo, la burocratización necesita a estas formas económicas (monetarias) para su conservación

La burocracia universitaria conforma un grupo esencial para la operación institucional, es un actor de la política universitaria que ha crecido y consolidado su fuerza como resultado de los cambios ocurridos en las universidades públicas en los últimos años. Las tensiones en la universidad tienen muchas causas, pero una de ellas surge por la desigual distribución del poder que favorece a la burocracia frente a la comunidad académica. En suma, el propósito para que la universidad siga un buen curso es fortalecer el espíritu de colaboración de la burocracia con la academia y que sea la academia la que defina el devenir institucional mediante su participación efectiva en los cuerpos colegiados.  (Muñoz, 2019)

La burocracia en la universidad es un objeto de estudio porque puede poner trabas a la vida colegiada y a la participación de la comunidad académica en los cuerpos colectivos de decisión. También, porque la burocratización tiene implicaciones valorativas y políticas sobre los académicos y los estudiantes. ( Blau y Meyer, 1987).

La burocracia marca sus rasgos en cada vez más áreas del quehacer universitario y, al mismo tiempo, adquiere rasgos específicos en cada institución concreta donde ejerce su dominio. Por su tamaño y su presencia cada vez más mayores, en la universidad este grupo ha adquirido un estilo de conducta y una ética propia. El modo como opera la burocracia universitaria hace que la gobernanza padezca de tensiones con la actividad académica, que pueden llegar a trabar el buen desarrollo de esta última.

Se puede observar una desconfianza creciente hacia el quehacer académico reflexivo, deliberativo y crítico. Los académicos son permanentemente monitoreados y controlados por una lógica empresarial. Cada vez con mayor frecuencia el criterio académico es reemplazado por modelos de gestión similares a los utilizados en el mundo de los negocios y de la administración. Hoy, bajo la imposición de agencias internacionales de financiamiento ajenas a la educación (el FMI, el Banco Mundial, la OCDE), las universidades y sus comunidades han quedado bajo el control de comisiones de “expertos” que diseñan las normativas universitarias, dirigen el financiamiento, delinean los currículos, indican lo que se debe enseñar e investigar y definen el carácter de los pregrados y posgrados. Los funcionarios de gestión y finanzas, de agencias de acreditación, ministerios y universidades hoy pesan más que quienes han dedicado toda su vida a enseñar e investigar, a hacer academia.  (Manifiesto)

Muñoz (2019) plantea que: En la práctica, la burocracia tiene una dinámica que la impulsa a intervenir en la actividad académica, se apropia de la cultura institucional y la usa a su favor. En la universidad, la burocracia tiene rasgos éticos y una forma práctica de operar que obstaculizan la labor de quienes realizan las funciones sustantivas. Hay tensión entre una actitud conservadora de la burocracia sobre el manejo administrativo y político frente a una actitud favorable a la flexibilidad funcional que reclama el trabajo académico. Hay tensión entre las formas burocráticas de conducción y la pérdida de influencia de los académicos y de los cuerpos colegiados en la toma de decisiones sobre las políticas institucionales, elaboradas en los escritorios de la alta burocracia. (p. 75)

Otro importante problema es la introducción en el seno de las universidades de lógicas y prácticas de la lucha política por el acceso al poder. En este caso, el poder burocrático, económico, institucional y simbólico de la universidad pública (amparado por la autonomía) al servicio no necesariamente de intereses académicos y sociales generales, sino de diversos intereses personalistas, grupistas, partidistas o clientelistas. Surge entonces el espectro de la universidad pública como objeto y ambición de poder en sí mismo, para lo cual se justifican las diversas lógicas y prácticas de la lucha política por el poder: clientelismo, promeserismo, populismo, violencia, inmediatismo, descalificación y macartización del adversario…, etc. (Gómez, 2001, p. 3)

¿Qué es un burócrata? Un burócrata es, un funcionario público administrativo que:

 Cumple con las normas en forma rígida, acepta los controles y mantiene el orden, se resiste al cambio, frenando la tendencia organizacional hacia el desarrollo, pone trabas al talento creativo, es conformista y tiende a perpetuar el sistema, presta más atención a lo que le puede beneficiar en la organización que a los objetivos de esta, sigue procedimientos explícitos y regularizados, realiza solamente el trabajo que le es específicamente asignado, respeta la jerarquía y solo establece relaciones impersonales con el público (profesores y estudiantes).

El término burócrata, según Krigier (1981, p. 48), fue creado por Vincent de Gournay en el siglo XVIII, para designar al conjunto de funcionarios públicos cuando se convierte en una verdadera clase sustentada en el poder y los privilegios derivados de las atribuciones inherentes al ejercicio de la función, cuando se usa ese poder para su propio beneficio, cuando se exceden de sus funciones.

Las funciones administrativas están poco profesionalizadas, principalmente debido a las dificultades que tienen las Universidades en competir por la atracción de personal calificado en el mercado laboral.

¿Qué pasa en la universidad: “¿Los profesores pasan más tiempo diligenciando formatos que en la docencia, investigando o en proyección social?

Es una de las quejas más habituales entre los profesores de una gran mayoría de las universidades.

La educación superior es el mejor ejemplo de la creciente burocratización de los servicios públicos. Vitoria Elena Postigo manifestó en una ocasión que “la creciente burocratización administrativa de la universidad, a petición de instancias superiores (agencia de acreditación, consejería, ministerio), y el sometimiento a la nueva pedagogía está perjudicando al profesor-investigador que quiere estudiar más para mejorar su docencia”. Los minutos perdidos en “rellenar papeles, gestionar y encuestas de calidad” son tiempo precioso que podía dedicarse a “alumnos e investigación. (Citada por Barnés, 2019)

Un primer problema es el de la burocratización de las acciones sobredimensionando tiempos de rutinas administrativas, los tiempos que debían destinarse a la docencia, a la proyección social y a la investigación quedan en un segundo plano ante la preocupación por la evaluación externa continua a través de índices legitimados desde un saber foucaultiano de control.

Lograr que un proyecto de investigación salga adelante no es fácil, entre otras cosas, por las trabas burocráticas. Suelen ser la pesadilla de muchos investigadores, de hecho, confiesan que pierden hasta un 25% de tiempo en todos esos trámites. Un tiempo que dejan de estar en el laboratorio o consultando la bibliografía y que, si tuvieran más inversión, podría ser la jornada laboral de otro trabajador

A continuación, se trata el tema de la carga burocrática de los profesores universitarios relacionada con la investigación.

Los profesores de universitarios, disfrutan impartiendo docencia e investigando, que son sus tareas cotidianas, y casi siempre gratificantes. Pero hay un tercer componente también necesario para todo profesor universitario, la gestión, que no siempre es tan gratificante, sobre todo porque va ligado a la dichosa burocracia, que los hace perder horas y horas innecesarias

Con la expresión “carga burocrática” se alude  a la elaboración o complementación de documentos más o menos complejos (a veces sumamente complejos) que el investigador debe presentar para fines como los siguientes: conseguir financiación para la investigación suya o de algún grupo del que forme parte (por ejemplo, concursos para la financiación de proyectos de investigación por entidades públicas o privadas); justificación de resultados de investigación (por ejemplo, elaboración de memorias periódicas o finales de resultados de proyectos de investigación); administración y justificación de gastos referidos la actividad investigadora (por ejemplo, llevar de la contabilidad de un proyecto de investigación, acreditando documentalmente cada gasto e incluyéndolo en el apartado correspondiente de la aplicación informática que se use); organización y gestión de eventos relacionados con la presentación, debate o transferencia de resultados de investigación (congresos y seminarios científicos, etc.); diligenciar documentos diversos derivados de la participación en actividades y eventos relacionados con la investigación (inscripción para participar en congresos o seminarios científicos; presentación anticipada de resúmenes o esquemas de ponencias o comunicaciones, etc).

Esta enumeración no es exhaustiva, sino meramente ilustrativa. Porque otra característica de la burocracia universitaria es que no está compuesta de unas pocas acciones grandes y muy complejas, sino de un sinfín de pequeños trámites que van surgiendo día a día; es como una lluvia fina y constante.

La carga burocrática se refiere a las actividades de ese tipo que el investigador realiza personal y directamente, no a las que, para tales temas, correspondan al personal administrativo de las universidades. Una de las soluciones consistiría en asignar para esas labores personal de gestión en ellas especializado. Como los salarios en la Universidad no son competitivos en el mercado laboral no puede vincular personal altamente calificado. Además, y muy en especial, todo depende en última instancia de regulaciones que podrían simplificar muchísimo esos papeleos y procedimientos. Si tal personal no se brinda a los investigadores y si las normas no simplifican los procesos burocráticos, sino que los enredan más, es porque detrás hay un ánimo perverso: frenar a los investigadores mejores e igualar a la baja al profesorado universitario.

los investigadores más capaces y más vocacionales tienen que ajustar su rendimiento a la baja, como consecuencia de que la carga burocrática unida a la investigación se incrementa en proporción superior al incremento del rendimiento investigador.

Los equipos de gobierno (Vicerrectorías Académicas, Oficina de Acreditación y Autoevaluación, Centros de Investigación, etc.)  de la Universidad vienen cargando al personal docente e investigador con multitud de tareas administrativas en los últimos años. Estos trabajos administrativos deberían hacerlos una planta de personal debidamente preparada, como ocurre en muchas otras universidades del mundo. Esta tendencia se combina con una creciente burocratización de la docencia y la investigación bajo la presión de hacer gala de la “excelencia”.

En la Universidad cada uno de los órganos (Consejo Académico, Consejo Directivo de Facultad, Comité de Departamento y de Carrera…) con sus constantes reuniones, son un ejemplo de burocratización. Añádase a ello las toneladas de papeleo que una y otra vez se ven los profesores obligados a cubrir: informes, planes, horarios (repetidos), certificaciones, estadísticas, guías docentes en varios tipos de letra, justificadas… Información, por otra parte, que se halla muchas veces en manos de la propia Universidad, y que fácilmente podría obtener simplemente cruzando datos o utilizando programas informáticos más eficientes. Por si fuera poco, la falta de previsión y diligencia de la Universidad, por ejemplo, a la hora de convocar a un concurso público para las plazas de profesorado con la suficiente antelación para que se puedan proveer antes de que el año académico se inicie, obliga a que todos esos planes, programas tengan que ser ulteriormente modificados (una vez se incorporan los profesores por fin contratados), duplicando (o a veces triplicando) el trabajo.

Otros elementos que contribuyen a la apatía del profesorado son las múltiples evaluaciones vacías  y panópticas a las que se ve sometido el profesorado, el establecimiento de jerarquías a través de una pirámide de categorías profesionales, lo que dificulta el auténtico trabajo  en  equipo,  la  precarización  económica  de  los  nuevos  contratos  laborales  y  las dificultades de poder realizar investigación de calidad, ya que la burocracia hace imposible el disponer de ese tiempo necesario (García Marín, 2015, p. 143)

La creciente competencia provoca que las zancadillas sean frecuentes: “Quien no acata las reglas, se convierte en un chivo expiatorio y es perseguido”.

He asistido a innumerables reuniones académicas y he constatado como la mayoría de las veces dichas reuniones son de naturaleza informativa, la discusión académica es escasa y no se ve con mucho entusiasmo, la mayoría de los profesores asiste como una obligación sin intención de aportar nada, y ven cualquier iniciativa de discusión colegiada como un retraso en el desarrollo de una larga lista de actividades que hay que llevar a cabo

Pocas veces se debate y decide cambios sustanciales en los programas académicos y además tienen escaso poder para decidir sobre los mismos; mucho menos, se ventilan las inquietudes profesionales o los problemas de los docentes. Las políticas de las facultades y de los programas, así como todo tipo de procesos, los deciden los responsables administrativos sin abrir espacios para su discusión con los académicos y estudiantes.

En este ambiente burocratizado, los profesores desarrollan sus actividades conforme los requisitos administrativos lo van imponiendo, generando informes y documentos que por lo general nadie revisa o siquiera lee. Los estudiantes también se han contagiado de este comportamiento, pocos manifiestan su desacuerdo o proponen iniciativas, más aún, no se generan los espacios académicos para ello. La universidad se ha impregnado de burocracia, las normas, los reglamentos, los procesos, han constreñido el ejercicio profesional de los académicos universitarios.

Más que nunca la Universidad se ha convertido en un Leviathan administrativo; un monstruo deforme que devora al profesorado con papeles y trámites. Pagar a un profesor el sueldo de tal, con sus bonificaciones a investigadores y docentes, se los tiene haciendo papeleo es, como se convierte en víctima reincidente de este laberinto administrativo, simplemente malversación de fondos públicos.

Lejos de la estrategia, lejos de la innovación, lejos de pensar el futuro, ni soñar con la utopía. En vez de “aquí se crea el futuro” la consigna de la universidad de los gestores es “aquí se administra el presente”.

La burocracia se ha apoderado de la universidad. Existe una creciente desconfianza en el personal docente investigador, y de hecho también en el administrativo y de servicios, que conlleva un control permanente de todos ellos, la continua realización de informes y actas, y la obligatoriedad de seguir unos procedimientos largos, costosos y en la mayoría de los casos inútiles. Todo esto repercute en que el profesorado universitario, dedicado a la burocracia, apenas tiene tiempo para centrarse en la docencia y menos en la investigación. A pesar de ello, y dada la responsabilidad de muchos de estos profesores, estos dedican parte de su tiempo libre a las tareas universitarias, generando disfunciones como las adicciones al trabajo o el síndrome del quemado (burnout). (Chiva Gómez, 2007).

El “sujeto de obediencia” tenía a la vista, a la posibilidad de la mirada, allá afuera, al Amo con el que se relacionaba como Esclavo. El tránsito al “sujeto de rendimiento” es, quizá, es el logro central del neoliberalismo, usando la palabra como un sustantivo (como el nombre de un proyecto político de control social) y no como un adjetivo hueco, muy manido y poco útil. (Gil Antón, 2018, p. 66)

“El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera, no está sometido a nadie, mejor dicho, solo a sí mismo. En este sentido, se diferencia del sujeto de obediencia. La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que la libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto explotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por los otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Esta autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia”. (Byung-Chul Han, 2012)

Ricardo Gómez Giraldo (2015), ex rector de la Universidad de Caldas; citando a Jorge Eduardo Hurtado, ex vicerrector de la sede de la Universidad Nacional de Colombia en Manizales: que la academia no se comporta como ganado, que se arrea y es maleable y permite ir a todos en una sola dirección, no importa si es una trocha extensa o un potrero amplio; los académicos, por el contrario, se comportan como gatos en estampida, donde cada cual toma su dirección, su velocidad y su altura. (p.3)

De Miguel (2004) sostiene que: “La Universidad es como un rebaño de gatos”. Su actividad es como herding cats, señala el libro sobre universidades, Governing Academia, editado por Ronald G. Ehrenberg (2004). Es difícil imaginar cómo funciona un rebaño de gatos. 

Acosta (2010) dice que: se da por entendido que los sectores dirigentes de las universidades, señaladamente el rector, tienen la intención y convicción de mejorar la calidad de los servicios que se ofrecen. Pero para alcanzar ese objetivo hay múltiples caminos y formas no siempre coincidentes. Y es aquí donde surgen las luchas entre varios grupos que legítimamente, o no, pugnan por preservar una forma específica de hacer las cosas. Coincidiendo con el fin, los grupos difieren en las prioridades institucionales, en la asignación de recursos, en la selección del cuerpo directivo, en la transparencia en la rendición de cuentas, en la forma y conducción de los órganos colegiados de gobierno, en la asunción de diversas medidas administrativas de evaluación y control. Así, se convierte la universidad en una arena pública donde se confrontan estas diferentes visiones que tienen líderes, grupos de apoyo; grupos que entran en conflicto y a la vez establecen alianzas, propician acuerdos. Estos grupos y sus líderes se mueven en varias lógicas: la propiamente académica, la burocrática y la estrictamente política. Su acción genera tensiones, conflictos entre ellos no tanto sobre los fines institucionales (retóricos, al fin y al cabo) sino de las modalidades y mecanismos para alcanzarlos. Acosta sostiene la importancia de “estudiar el poder y las políticas universitarias desde los anteojos de la ciencia política, para entender las peculiaridades ambigüedades y tensiones que habitan la producción de la conflictividad y el consenso en la universidad” (p. 109).

En la rendición de cuentas de algunas universidades públicas son comunes declaraciones que destacan indicadores de calidad, en muchos casos controvertidos interna y externamente, con una evidente intención de promocionar su prestigio personal e institucional en la búsqueda de mejorar los índices de competitividad organizacional y que al interior de su Universidad no goza de consenso alguno

En estas universidades, los profesores realizan tareas docentes y conforman grupos de investigación, semilleros, constituidos por profesores con amplia formación académica. Su objetivo central es obtener la consolidación de sus grupos de investigadores, lo que representa un cambio fundamental, porque implica que los académicos: tengan control de sus tareas, mayor interdependencia entre sus miembros y que la participación administrativa sea de apoyo a la investigación. Este cambio en las relaciones de trabajo es disfuncional en este modelo organizacional, porque subyace un conflicto entre investigadores y funcionarios al privilegiar las actividades académicas sobre las administrativas. Entonces, al consolidar los cuerpos académicos causa, per se, el descrédito del discurso de los dirigentes y, consecuentemente, la inoperancia del modelo político.

El Modelo Político se caracteriza porque los integrantes de la comunidad tienen una activa participación política para influenciar en las decisiones de la organización; por un lado, los estudiantes se organizan en federaciones para defender sus intereses, los maestros y trabajadores en sindicatos; y, por otro lado, los grupos de interés externos invaden las decisiones académicas (Hardy, 1990, p. 25).

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